VITTORIO DI GIROLAMO
(1928-2024)
El muchacho que conoció a Vittorio di Girolamo hace cerca de seis décadas atrás, en una reunión con alumnos de las Universidades Católica y de Chile, interesados todos ellos en la idea corporativa, quedó fascinado con la evocación de los jóvenes de camisa negra, del resurgimiento de la antigua Roma junto al canto de la belleza moderna de la velocidad y de la máquina, así como de la experiencia de un orden social más justo. Eso era Vittorio di Girolamo; pero no sólo eso, como el muchacho aprendió a continuación.
Pues Vittorio di Girolamo era ya una figura de programas culturales en una televisión entonces universitaria. ¿No interpretó por esa época a Filippo Tommaso Marinetti en un “documental” sobre el futurismo italiano? Pero Vittorio di Girolamo era aún más: recorría el territorio de Chile, descubriendo una geografía de belleza que los chilenos muchas veces ignoraban; llevaba los clásicos a remotas regiones de ese país; leía la Eneida, en interpretaciones que tal vez hacían fruncir el ceño a los especialistas, pero que abrían los ojos de un mundo nuevo a sus alumnos; dialogaba con Dante, osaba un cine que mostrara a los chilenos su propia historia, a los héroes de La Concepción o a Sarmiento de Gamboa, o los reconciliara con el humanismo, con Leonardo o con Miguel Ángel. Escribía historietas para niños; quiso promover una nueva concepción cartográfica del país, que hiciera evidente la verdadera dimensión del territorio; llamó a poblar el piedemonte andino, para salvar la riqueza agrícola del “valle central”, víctima de la rapacidad urbanística. Promovía una economía sustentable, antes de que tal concepción se pusiera de moda; llamaba a una educación que rescatara la nobleza y la dimensión sacra del trabajo manual. Y tanto más.
Lleno de vitalidad él mismo, infundía entusiasmo a quienes lo escuchaban. Tantas veces lo visitaron jóvenes en busca de consignas, de orientaciones o tan solo del aliento que brotaba de su palabra –aliento tan necesitado por quienes temían encontrarse a contrapelo de su país y de la historia. El consejo de Vittorio consistía, casi siempre, en la acción. Creía en la poesía de la acción, como sus modelos y héroes, Marinetti, el comandante D’Annunzio o el inmenso Duce. Por cierto, él no fue responsable del extremo a que fueron llevados sus consejos; como no fue responsable del uso que dieron a sus sugerencias y creaciones los gobiernos chilenos a los que sirvió.
Para CIUDAD DE LOS CÉSARES, finalmente, Vittorio di Girolamo fue un amigo y colaborador desde los primeros tiempos. En su memoria, como sus héroes en el Mediterráneo de Homero y de Virgilio, lanzamos ahora, en el borde del Pacífico, el grito triunfal: alalá!
E.R.
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